Tras hacer un llamamiento a todos sus nobles, ciudades y villas castellanas, para que le asistan en la campaña, el 11 de abril de 1491 el Rey Fernando toma el mando de sus ejércitos (de unos 60.000 a 80.000 hombres) y sale desde Sevilla con destino a Granada, llegando el día 22 a los Ojos de Huécar. Después de haber hecho una correría hacia los fértiles valles de la Alpujarra, llegando hasta Béznar, el Rey se vuelve para establecer su primer campamento en la comarca de los Ojos de Huécar, un lugar bien conocido por las tropas cristianas a dos leguas de la ciudad de Granada, junto a las ruinas de la Torre de Huécar. El emplazamiento del campamento cristiano no fue escogido arbitrariamente, sino que se tuvieron en consideración determinados aspectos que dependían de las comunicaciones, abastecimientos, defensas, etc. Un aspecto determinante para la elección del lugar fue que existía una extensa llanura por delante, hasta las mismas puertas de Granada, que quedaba flanqueada hacia el norte por la corriente del Genil y los encharcamientos que produce, estando protegida por los caballones del río (muros de tierra que alcanzaban una altura importante) y por la vegetación salvaje, al tiempo que los montes de Sierra Elvira, a mayor distancia, le servían igualmente de punto de apoyo.

Otra razón de peso era que en esa zona quedaba garantizado el abastecimiento de agua para la tropa y el ganado gracias a los canales de los Ojos de Huécar, de San Juan y de Isabel la Católica; además, toda la vegetación que quedaba a espaldas del campamento era un excelente pasto para la caballería.

Estratégicamente era también un emplazamiento idóneo, pues a poca distancia se situaba uno de los pocos vados del río Genil, el “puente de los Vados”, que servía como punto de vigilancia de la zona. Esta posibilidad de controlar visualmente el entorno, unida a las enormes posibilidades de comunicación existentes con las plazas fuertes de Alhama, Loja, Alhendín y Gabia, gracias a la presencia junto al campamento del camino que va de Íllora a Montefrío, suponían unas ventajosas prestaciones estratégicas que, sin duda, se tuvieron muy en cuenta para la elección del lugar.

A pesar de todas estas ventajas, la excesiva proximidad al Genil suponía un elevado riesgo de inundaciones provocadas por los musulmanes, que controlaban la cabecera del río. Además, desde Granada, podían los musulmanes regular el caudal de las aguas de la acequia Real, anegando todas las tierras comprendidas entre aquella acequia y el río Genil. Por estos motivos, como indica Francisco Henríquez de Jorquera, “el Rey determinó de mejorarse de sitio y martes veinte y seis de abril (de 1491), mudó su Real en un llano de la Vega, no lexos de los Ojos de Huécar y del río Genil, para ser abastecido de agua con presupuesto de no levantar el sitio hasta ocupar la ciudad de Granada y para desde allí talar la Vega y destruilles los sembrados”.

El lugar que indica Jorquera donde el Rey establece su segundo campamento fue lo que hoy son las ruinas de la ermita de Santa Catalina, según demostró el profesor Eladio Lapresa Molina. En efecto, hoy está fuera de toda duda que, lo que eran las ruinas de la ermita de Santa Catalina, a 1 km más hacia Granada del actual casco urbano de Santa Fe, era el centro del campamento. Estas ruinas se encontraban situadas junto al actual cementerio de Santa Fe que, por tanto, está construido sobre parte de los terrenos del sitio del Real de la Vega de Granada y que durante el dominio musulmán pertenecieron al pago del Gozco.

El emplazamiento del campamento gozaba ahora de nuevas ventajas. Principalmente una mayor altitud, de unos 7 m respecto al de los Ojos de Huécar, lo que unido a un mayor alejamiento del Genil (controlado en su cabecera por los musulmanes), propiciaba una considerable mejora en las condiciones de salubridad. Además, ya no le afectaban las inundaciones que pudieran provocar los musulmanes, pues los fosos que lo circundaban se servían de la acequia Madre, proveniente del río Dílar, que ya estaba bajo dominio cristiano en todo su curso. Por otra parte, se mejoraban las comunicaciones al situarse más próximo al camino viejo de Belicena (de la tarasca), que permitía una comunicación más directa con la fortaleza de Alhendín.

De esta forma, desde finales de abril de 1491 se van sucediendo los días en el Real de la Vega entre talas y escaramuzas, aprovechando cualquier descanso para la construcción y la fortificación de dicho Real. Pedro Mártir de Anglería nos cuenta que se levantaron “tiendas y pabellones (…) y los que no podían otra cosa se construyeron chozas y cobertizos, para defenderse del calor (…). Entre las tiendas reales, levantóse una torre de madera, creo que de tres cuerpos, como aposento de los Reyes, desde la cual se dominaba la extensión de toda la llanura. Había rodeando la torre y las tiendas cobertizos que los españoles llaman enramadas”.

Figura 1. Perspectiva aérea esquematizada con el trazado y la disposición hipotética del Real de la Vega. García Pulido y col. (2005)
Figura 1. Perspectiva aérea esquematizada con el trazado y la disposición hipotética del Real de la Vega. García Pulido y col. (2005)

Sin embargo, en la noche del 14 de julio de 1491 se produce un importante incendio en el campamento cristiano de la Vega. Algunos historiadores concluyen que éste fue el motivo por el que los Reyes Católicos hicieron levantar la ciudad-campamento de Santa Fe, demostrando así a los granadinos su propósito de no marcharse hasta ver conquistada la ciudad. De hecho, esta conclusión se podría extraer de algunas crónicas contemporáneas, a las que debemos otorgar escasa credibilidad, pues podemos comprobar que para esa fecha ya se había comenzado la construcción del Real de Santa Fe. Así es, en una carta de Alfonso de Palencia al obispo de Astorga, se dice que “con propósito de ulterior defensa (el Rey) comenzó a construir junto al campamento el simulacro de una ciudad que había de perdurar con el nombre de Santa Fe”; además, leyendo a Andrés Bernáldez, vemos cómo desde el mismo establecimiento del campamento se comenzó a edificar la ciudad, cuya ejecución duró todo el tiempo del cerco.

Igualmente, se puede comprobar documentalmente que el 30 de marzo de 1491, se ordena a la ciudad de Jerez de la Frontera que enviara “contra Granada la misma gente de armas que la vez anterior, más de 20 cavadores con azadones y espuertas, 30 pedreros, 20 albañiles y 29 carpinteros, para que con otros con los que se contaban, comenzar la ciudad de Santa Fe, frente a los muros de Granada”; y el 30 de abril de 1491, se ordena a Sevilla que enviase 50 pares de bueyes con sus carretas para la obra de la ciudad de Santa Fe, como consta en los “Libros de actas” del Ayuntamiento de la ciudad.

También se puede comprobar que los Reyes utilizan entre otras denominaciones la de “Real de Sáncta Fee” el 9 de junio, más de un mes antes de producirse el incendio del 14 de julio, contradiciendo la versión de que se pusiera este nombre a la ciudad una vez terminada.

Por tanto, la construcción de Santa Fe estaba programada e iniciada antes del 14 de julio. Sí es probable que el incendio de las tiendas hiciera que los Monarcas dieran el impulso definitivo a la construcción de la ciudad. No obstante, fueron varias las desgracias que asolaron el campamento además del mencionado incendio, lo que animó a los musulmanes e hizo decaer el ánimo de los Reyes. Tras deliberar, éstos hacen saber a sus próceres y nobles que nunca levantarían los campamentos hasta que Granada fuese tomada; para ello, se pidieron refuerzos al Cardenal don Pedro González de Mendoza y a otros señores. La llegada de éstos supuso un revulsivo al ánimo, ordenando los Reyes construir la tienda de mando como si hubiera de durar perpetuamente. Igual hicieron todos y “en lugar de las tiendas de campaña se levantó la fábrica firme de las casas”, cada uno según sus posibilidades, y la fortificación del campamento fue aumentada con una muralla y una fosa que lo circundaba.

Por tanto, Santa Fe se erige con una clara finalidad, tal y como nos dice Ramón Menéndez Pidal: “La idea de construir un campamento permanente, con su plano hipodámico y su muralla fuertemente encalada, para que lo viesen bien los granadinos, era una necesidad estratégica y circunstancial, un medio de asegurar el asedio de Granada y de hacer manifiesta la voluntad de no levantarse de allí hasta rendirla. Pero es también, deliberada o inconscientemente, un acto expresivo del Renacimiento, un recuerdo de la castramentación romana, en obra sólida y muchas veces definitiva, con su planta regular, sus cuatro puertas, su plaza central, su foso y su muralla”.

Figura 2. Recreación de la fundación del Real de Santa Fe en la serie de televisión “Isabel”.
Figura 2. Recreación de la fundación del Real de Santa Fe en la serie de televisión “Isabel”.

La ciudad se trazó basada en el orden de la retícula, marcando una cruz en el centro para sus calles principales y repartiéndose su ejecución “a Grandes, a los arzobispos y obispos, a los maestres de las Órdenes y a las ciudades de Sevilla, Córdoba y Jaén, Andújar, Úbeda y Baeza, Écija y Jerez, a donde pusieron sus armas en los sitios que les cupo”. Para su construcción se emplearían materiales procedentes de las alquerías destruidas en las numerosas incursiones a la Vega, entre ellas del propio Gozco. La principal preocupación fue la de dotar al conjunto de importantes elementos de fortificación, como altas murallas que cerraban el recinto, fuertes torres y puertas de vigilancia y defensa, y todo ello se rodeó de un ancho foso que se empleó como elemento defensivo al inundarlo de agua procedente de las acequias de riego que cruzaban la Vega.

Lucio Marineo Sículo afirma “e porque más brevemente se edificase, sus Altezas encomendaron y dieron el encargo de la obra a las gentes de las ciudades de Sevilla, Córdoba, Jaén, Écija y Úbeda, Carmona, Xerez y Andújar, que son las principales de Andalucía”. Por su parte, el escribano Antón de la Barrera nos recuerda que las ciudades de Córdoba y Baeza y los maestrazgos de Calatrava y Santiago, construyeron las puertas del Real, mientras que los pabellones para las tropas se encomendaron a las ciudades de Jerez y Jaén.

Al finalizar las obras, se fueron dejando inscripciones con los nombres de los constructores en la parte de muro que les correspondió levantar. Un cronista italiano compuso un tetrástico que grabó sobre mármol en letras de plomo y fue colocado en la puerta occidental de la ciudad, cuya traducción indica el nombre de los fundadores, la causa de su creación, el nombre de la ciudad y la razón de haberlo adoptado: “El Rey Fernando y la Reina Isabel, esta ciudad que ves, en muy pocos días levantaron. Erigióse para destruir los enemigos contrarios a la fe. Por eso creen que se le debe llamar Santa Fe”.

Aunque la construcción de la ciudad se comenzó simultáneamente con el cerco a la ciudad de Granada, como hemos visto, la última etapa de su construcción duró 80 días, según afirma Pedro Mártir de Anglería. Lo que no podemos admitir es que la ciudad se terminase precisamente el 2 de octubre como asegura Cándido Ortiz de Villajos, ya que no es probable que justo al día siguiente del incendio se comenzasen los trabajos de construcción, teniendo en cuenta el desconcierto generalizado que reinaría entre los cristianos así como la dificultad que conlleva iniciar los trabajos con los restos de las tiendas aún humeantes. Por su parte, Andrés Bernáldez y Hernán Pérez del Pulgar fijan la duración del cerco en ocho meses y diez días; por lo tanto, dentro de ese término es cuando sólo puede asegurarse que fue edificada, al menos, una parte considerable de la ciudad ya que, incluso, hay declaraciones de testigos presenciales en las que se afirma “que la villa de Santa Fee se comenzó a edificar en el año de noventa e uno durante el tiempo que tuvo puesto zerco por sus Altezas sobre esta cibdá e se continuó el edificio della todo el dicho año e parte del año de noventa e dos”. En este sentido, el paje del Rey Boabdil informa que la construcción de Santa Fe se prolongó hasta más de un año después de recibida la ciudad de Granada, y que para la finalización de las obras se emplearon los materiales de las tiendas del campamento, dejando únicamente en pie la tienda Real y el Hospital del campamento. Igualmente, Francisco Layrine, testigo del acontecimiento, asegura que la ciudad de Santa Fe se estuvo construyendo durante siete meses, permaneciendo en obras una vez tomada la ciudad de Granada. Por tanto, en base a la información existente, se puede concluir que la ciudad no debió de terminarse definitivamente antes de la primavera del año 1492, además de lo expuesto anteriormente, porque hasta esas fechas no se ordenó poblar la ciudad.

No obstante, al margen de la fecha exacta de su fundación –cosa poco trascendental para la Historia–, aquellos muros que rápidamente se levantaban con el empeño y el tensón de sus regios fundadores y con el trabajo y el sudor de sus esforzados constructores, pronto acogerían acontecimientos mucho más importantes para la Historia de nuestro país. Y es que es otra la gloria de Santa Fe, no superada ni aún igualada por ninguna otra ciudad del mundo. En el período de menos de un año, apenas cerrado el cuadro de sus recientes muros, se producían en ella los dos más grandes acontecimientos de la Historia de España, con tan decisivas repercusiones para la Historia Universal: de un lado, la unidad definitiva de la nacionalidad española con la firma de las Capitulaciones de Granada el 25 de noviembre de 1491 y, de otro lado, la determinación del descubrimiento de las Américas con la firma de las Capitulaciones de Colón el 17 de abril de 1492. He aquí las dos fechas de Santa Fe, su patrimonio de gloria, que debían estar grabadas en su escudo como una síntesis de su Historia, tan pequeña y tan limitada por lo que en el tiempo se refiere y tan grande y de tan dilatados horizontes en sus trascendentales consecuencias.

FUENTES:

    • ESPINOSA CABEZAS, ÁNGEL. Santa Fe. Aproximaciones geográfico-históricas. Excmo. Ayuntamiento de Santa Fe, Empresa Pública del Suelo de Andalucía, Librería El Hidalgo, 1995. ISBN: 84-605-3949-0.
    • FERNÁNDEZ APARICIO, MIGUEL ÁNGEL. Santa Fe, traza y orden. Santa Fe: [Granada]: s.n., 2006. ISBN 84-689-7721-7.
    • GARCÍA PULIDO, LUIS JOSÉ; ORIHUELA UZAL, ANTONIO. “Nuevas aportaciones sobre las murallas y el sistema defensivo de Santa Fe (Granada)”. Archivo Español de Arte, LXXVIII, 2005, 309, págs. 23-43. ISSN: 0004-0428.
    • LAPRESA MOLINA, ELADIO. Santa Fe: historia de una ciudad del siglo XV. Universidad de Granada, 1979. ISBN: 84-338-0112-0.