Figura 1. Hernán Pérez del Pulgar ante la mezquita de Granada, colgando su declaración. (http://www.traditioninaction.org/religious/h013rp.PerezDelPulgar.html)
Figura 1. Hernán Pérez del Pulgar ante la mezquita de Granada, colgando su declaración. (http://www.traditioninaction.org/religious/h013rp.PerezDelPulgar.html)

En nuestra última publicación –titulada “Leyendas de Santa Fe (I): Hernán Pérez del Pulgar en una de sus famosas hazañas”– les contábamos cómo en una fría y oscura noche de invierno, un valiente caballero castellano y un puñado de escuderos bien pertrechados, amparados en la oscuridad de la noche, se adentraron en la Ciudad de Granada –río arriba desde la confluencia del Darro y el Genil hasta cerca de la Madraza–, y se acercaron a la puerta de la gran Mezquita Mayor de la medina donde, sacando un pergamino donde se podía leer el AVE MARÍA y a continuación la frase “Sed testigos de la toma de posesión que realizo en nombre de los Reyes y el compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles”, el caballero lo clavó en la puerta del templo con su puñal. Tras este heroico gesto, nuestros hombres se dirigieron prestamente a la Alcaicería, donde prendieron fuego a las puertas con la pretensión de convertir la ciudad entera en una gran hoguera. Siendo sorprendidos por la guardia durante el intento, lucharon valientemente hasta conseguir huir, habiendo profanado su templo y la religión mahometana.

A la mañana siguiente la ciudad despertó toda alborotada, encendida por la vileza cometida por esos perros cristianos. Tarfe, un buen musulmán y uno de los más esforzados y arrojados guerreros del Rey Boabdil, pronto tuvo conocimiento, como el resto de la ciudad, de la afrenta sufrida. Encolerizado y con sed de venganza, por la mañana muy temprano, marchó a galope tendido con la cartela del AVE MARÍA atada en la cola de su caballo. De esta guisa, Tarfe se presentaba ante los Reales cristianos, retando a plena luz del día al cobarde infame que cometió tal afrenta a su fe y a la condición de caballero. Ninguno de los valientes y aguerridos caballeros cristianos se atrevía a aceptar el reto del temido guerrero granadino. Tuvo que ser un simple caballero menor quien diera respuesta al desafío ante la manifiesta cobardía de tantos y tantos afamados caballeros cristianos en numerosas batallas. García Lasso se llamaba, quien en un momento de descuido por parte de Tarfe –cuyos principios y ética moral le impedía acometer lucha tan desigual– segara la vida de tan noble y leal caballero musulmán, y profanara su cuerpo y su alma cortándole la cabeza y haciendo pública ostentación de acto tan vil.

Dejando a un lado la veracidad de estos hechos y su valor histórico, lo cual podría discutirse, es notable la fuerza con la que esta tradición ha perdurado a lo largo de los siglos. Desde entonces, muchos son los poetas, artistas, trovadores, cuentacuentos y trotamundos que han cantado y han pregonado a los cuatro vientos las proezas que tuvieron lugar en la Vega de Granada durante esta última etapa de la Reconquista del último reducto nazarí en nuestra Península. Todavía hoy en día, cinco siglos después de aquello, nuestro romancero sigue contándonos de esta manera tan importantes y señaladas gestas que se forjaron en los campos de Santa Fe. Aquí les dejamos con una de ellas:

EL TRIUNFO DEL AVE MARÍA

GARCILASO DE LA VEGA

40 Viñeta I - Lance entre el Moro Tarfe y Garcilaso de la VegaDespues de haber acabado

con alegria bastante

muchos saraos y zambras,

mandó el Rey Chico se enlazen

fiestas en la Vivarrambla;

pero sus glorias abate

de un Campeon la arrogancia,

y el esfuerzo vigilante.

Este es Fernando Pulgar,

que valiente y arrogante

fixó sobre la Mezquita

con resplandeciente esmalte

el Ave llena de Gracia,

sin que su vista acobarde,

estando el Real á la mira

de Granada no distante

del Católico Fernando,

cuyo acéro tan cortante

fué azote de la Morisma,

y de la España realce.

40 Viñeta II - Lance entre el Moro Tarfe y Garcilaso de la VegaToda la Ciudad se altera,

dando alaridos muy grandes:

todos se quexan al Rey

que los guardas castigase;

pues si ellos no se durmieran,

Pulgar no lograra el lance.

Todos entran en acuerdo,

y de la consulta sale,

salga luego á la demanda

el valiente Moro Tarfe.

El gallardo Moro acepta,

y armado de gran corage

en un Caballo Andaluz,

una fuerte adarga bate

con una letra que dice:

salga el atrevido infame.

Una gruesa lanza empuña,

que la heredó de su Padre.

Figura 2. Viñetas del lance entre el Moro Tarfe y Garcilaso de la Vega. García Ortiz de Villajos (1929)
Figura 2. Viñetas del lance entre el Moro Tarfe y Garcilaso de la Vega. García Ortiz de Villajos (1929)

Iba tan galan el Moro,

que los corazones parte,

por donde el fresco Genil

todas sus aguas esparce,

y mirando á Santa Fé

como á sus muros llegase,

alzándose la visera

de esta suerte habló arrogante:

qual será aquel Caballero,

vista arnes, ó calze guante,

que anoche en Granada entró

con industrias intrazables,

como lobo cauteloso

que dexa dormir los canes,

como á los rayos del Sol

cuando alumbra vigilante.

Ese que llamais Pulgar

mucho debe á sus pulgares,

pues con ellos fixar pudo

sobre las conchas de arambre

de la dorada Mezquita

el pergamino que trae

la cola de mi caballo;

no fue accion tan arrogante,

que un cauteloso y aleve

fixara en plazas y calles

libelos infamatorios

mas es hecho de cobardes.

Pero sea lo que fuere,

Granada que el hecho sabe

por agravio lo recibe,

y lo tienen por ultraje,

y á todos vengo á deciros

en este libre lenguage

razones que á todos pique,

injurias que á todos cause.

A todos os reto y trato

de viles y de cobardes.

Salga Pulgar, pues que sopo

fixar en Granada el Ave,

á ver si sabe librarla

de este Nebli que la trae.

Salga ese gran Capitan,

los Cordobas y Aguilares,

porque vean divididos

sus Escudos por el aire.

Salga si ha quedado alguno

de los Manriques, Guzmanes,

que de la sangre se precian,

salgan todos al combate;

y si acaso á todos juntos

ánimo y valor faltase,

salga el mismo Rey Fernando,

de ánimo y valor se arme,

porque su Isabel lo vea,

si gusta de ver combates.

Cobrad vuestra Ave Maria,

Cristianos viles, cobardes,

que aqui en la Vega os espero

hasta las seis de la tarde;

y revolviendo el caballo,

ligero á la Vega parte.

En corbetas y escarceos

mil escaramuzas hace

el bruto, que con las manos

la cincha quiere quitarse,

siendo un monte que le oprime

el gallardo Moro Tarfe,

vuelve, y revuelve mil veces,

haciendo el valor alarde.

Todo el Real se ha alborotado

en ver quien ha de tocarle

empresa de tanto empeño,

hazaña de tanto esmalte.

Indeciso está Fernando,

pesaroso de que falte

Pulgar en esta ocasion,

que en Santa Fé no se halle.

Llamando á sus Caballeros,

todos vienen vigilantes,

y el famoso Garcilaso

se ha echado á sus plantas Reales

mozo gallardo y valiente

y de generosa sangre;

mas tan joven en sus años,

que diez y siete no hace,

y le dice gran Señor,

si ensalzar quieres mi sangre,

y si premiar mis servicios,

y ganar mis voluntades

dadme, gran Señor licencia

para salir al combate,

verás eclipsar la Luna

del que ves tan arrogante.

No en verme joven, Señor

tus esperanzas desmayen,

porque el valor heredado

no necesita de edades,

pues basta estan á tus rayos,

como el Sol quando renace,

luz de las demas antorchas

brilla en luces luminantes;

pues aunque mi Padre es muerto

en mi su valor renace.

Admirado quedó el Rey

y casi quiso abrazarle,

mas volviendo en si prudente

refrenó su amor constante.

Dice: Garcilaso amigo,

muy digno es de celebrarse

vuestro valor, mas sois mozo

para una empresa tan grande,

que esta ocasion pide mas

experiencia que corage.

Quiso replicar, y el Rey

le dejó diciendo: baste.

Toda la Region del fuego

en su pecho le dió cancer,

vierten veneno sus ojos,

y por sus dos labios salen

un tósigo en cada aliento,

en cada suspiro un aspid.

Salió del Real irritado

donde sus caballos pacen

la yerva, y á sus criados

mandó al punto que lo armen

de finas armas bruñidas,

manoplas en vez de guantes,

morrion clavado de acero

con cuatro negros plumages,

que sus tristezas publiquen,

ó que sus exequias canten.

En un caballo andaluz,

hijo natural del aire

tizon con alma de fuego,

bruto con aliento de ave,

cuyo volcan, cuya brasa

se muestra por los hijares,

siendo un monte en cada choque,

siendo un muro en cada cabe,

en cada encuentro estremece

á la legítima madre.

Una fuerte adarga empuña,

hecha de flamencos antes,

con una letra que dice:

quien se engaña desengañe:

una gruesa lanza empuña,

cuya punta penetrante

se labró al temple del fuego

en las riberas del Tanger.

Echándose la visera,

porque no quiere que nadie

lo conozca, y que dé cuenta

como sin licencia sale.

Asi que descubrió al Moro,

batiendo los dos hijares,

corre entendiendo que vuela,

vuela entendiendo que parte.

Llegó donde Tarfe estaba,

y despues de saludarle,

le dice: bárbaro Moro,

¿qué aguardas? Ya está delante

quien te quitará mas vidas

que tu tienes vanidades.

Blasonas de ser Nebli

del Ave, mas te engañaste.

¿Quien te traxo al precipicio,

donde no podrá librarte

tu valor? Sácalo fuera

de donde osado lo entraste.

Con resolucion gallarda

le atajó el Moro al instante.

¿Eres Pulgar? Le pregunta.

No soy quien imaginaste,

que si Pulgar te escuchara,

vieras que entre sus pulgares

desbarataba esos miembros

que los Moros tanto aplauden.

Uno soy no conocido,

que en tu vida ha de ensayarse,

ni he dado horror á Granada,

ni cobré los tafetanes

perdidos que por desprecio

suelen tremolar al aire.

Descubrete, pues ya ves,

que descubierto me hallaste.

Se alzó Laso la visera,

y asi que lo vido Tarfe,

¿eres muger? Le pregunta.

Si eres dama no me engañes,

por que mi esfuerzo no llama

muger, ni niño al combate.

Vuelvete engañado joven

y agradece mis piedades,

que para que esto les cuentes

la vida quiero dejarte.

Enfadado Garcilaso,

apretó los acicates,

tal encuentro le dió al Moro

con resolucion tan gande,

que la defensa previene

la lanza llegó á enristrarle.

Todo el Real está confuso,

en ver esfuerzos tan grandes,

ninguno lo ha echado menos,

mas el valeroso Infante

falseandole en el peto

lo pasó de parte á parte.

Cayó del caballo el Moro,

donde con ansias mortales

en monumentos de arena

sirvieron á su cadaver

de tumba la blanca adarga,

de pira el roxo turbante.

Se desmontó Garcilaso

y desnudando el alfanje,

dividio el bárbaro cuello

para que su Rey lo hollase,

y postrado de rodillas,

quitó de la cola el Ave,

y destilando sus ojos

aljofar, le dice: Salve

intacta Virgen Maria,

pura, limpia y dulce Madre,

Salve, Soberana Aurora,

Salve Luna sin menguante,

Salve, Estrella matutina,

Salve, Astro el mas brillante,

Madre del Sol de Justicia,

Hija del eterno Padre,

del amor Divino Esposa,

del Cielo puerta admirable.

Salve, escala de Jacob.

Salve, Judid mas constante,

Abigail mas prudente,

y Ester benigna y afable,

que coronada de Estrellas

pisas Tronos Celestiales,

recibe el corto trofeo,

que ofrezco con humildades

á tu Pura Concepcion:

y con tiernos ademanes

en la punta de la lanza

la puso por Estandarte.

Presentó al Rey y á la Reyna

los despojos Militares.

Lo mandó prender el Rey

porque sin licencia sale,

mas la Reyna cuidadosa

le alcanzó el perdon, y afable

hizo que abrazara al Rey,

y al Rey que á él lo abrazase.

Garcilaso de la Vega

desde hoy has de llamarte,

porque en la Vega hicisteis,

hazaña de tanto alarde.

 

Con licencia: En Córdoba, en la Imprenta de Don Rafael Garcia Rodriguez, Calle de la Líbreria.

 

FUENTES:

    • ARIZTONDO AKARREGI, SALVADOR; ROGER CORRAL, LUISA; RUIZ GODOY, JESÚS B. Las calles de Santa Fe. Historia de los nombres. Santa Fe: Ayuntamiento, 2008. ISBN: 978-84-936334-2-4.
    • GARCÍA ORTIZ DE VILLAJOS, CÁNDIDO. Santa Fe. Granada: Excmo. Ayuntamiento de Santa Fe; Excmo. Ayuntamiento de Granada; Excma. Diputación Provincial de Granada, 1929.