José Ganivet Zarcos. FOTO: Ngọc Quỳnh.
José Ganivet Zarcos. FOTO: Ngọc Quỳnh.

Hablamos con José Ganivet Zarcos, poeta santaferino. Nos recibe en su casa. Sobre el escritorio y en la estantería descansan multitud de libros que acompañan a este hombre introspectivo y callado. Entre ellos, a la mano, la Biblia, que José está volviendo a leer. Con varios libros publicados y con muchos de ellos galardonados, destaca el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo por Hablan de ti las rosas (2014). En Todo lo vivido (Esdrújula, 2016) su último libro, recopila los poemas de una vida que se escribe en versos.

José Ganivet es consciente de que hay gente a la que le molesta su poesía, aquellos que piensan que la poesía tiene que ser materialista y que tachan sus versos de trasnochados. Una vez le propusieron presentar uno de sus libros al Premio de la Crítica; pero “es de tema religioso y no lo van leer”, le aseguraron a José. Sin embargo; al poeta no lo puede condicionar nadie. José Ganivet ha vivido mucho y visto mucho y sabe que las personas se doblegan fácilmente al viento. Él continúa intentando ser un hombre de fe y “ver a Dios en la mirada de un niño”.

P. ¿Cuándo empieza a escribir poesía?

R. En el seminario teníamos una antología de poemas en la que estaban los clásicos del Siglo de Oro y ahí es donde yo empecé a amar la poesía. Con quince años comencé a escribir mis primeros poemas. Creo que el primero se lo dedique a mi madre, a la que añoraba mucho cuando estaba en el seminario. Decía “mi pena tiene una pena que se llama soledad” y Julio Fajardo, que es un cantaor, lo musicalizó mucho tiempo después por soleá.

P. ¿Qué hay de Santa Fe en sus poemas?

R. Aunque no se nombre está el paisaje. Alguien me dijo alguna vez que mi poesía tenía mucho de Lorca y yo le contesté que no, que lo que pasaba era que Lorca había nacido a cuatro kilómetros de mi pueblo. Somos esclavos del sitio donde vivimos. A mí no se me ocurre inventarme paisajes. Me sale mi pueblo y me sale el campo. Santa Fe es lo que más se refleja en mis poemas.

P. Si la poesía parte de lo que vivimos, ¿la poesía mística parte de una experiencia religiosa?

R. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús escriben una poesía mística propia de lo que se pensaba entonces que era acercarse a Dios, que significaba alejarse del mundo. Esa no es mi poesía mística. La espiritualidad no es alejarse del mundo sino adentrarse en él e intentar cambiar lo que está mal. Para encontrarse con Dios no es necesario alejarse del mundo.

P. ¿Toda la poesía es mística?

R. Yo creo que la poesía es poesía. Y la poesía si es poesía da igual que sea mística, erótica, intimista… lo importante es que sea poesía. Yo entiendo por poesía lo que decía Antonio Machado, que es la persona que en este terreno más he admirado casi desde niño: “La poesía, si es que es algo, es la parte del alma que el poeta pone en los versos”. Si yo leo un poema y me emociona ahí hay algo, luego ya depende de la habilidad que tenga cada uno, de las técnicas que utilices y del tiempo que le dediques. Pero un poema puede ser técnicamente regular y que sin embargo nos emocione. Hay poemas, por ejemplo, la copla española, que a lo mejor técnicamente tienen muy poca calidad pero emocionan, porque dan con el resorte de los sentimientos de la persona.

P. El poeta nace o se hace.

R. El sentido del ritmo es algo con lo que se nace. Yo tengo la suerte de tener ese sentido, los acentos prosódicos me salen con facilidad. Con eso se nace pero si no lo cultivas pues no tienes nada. El poeta se hace trabajando, rompiendo muchos papeles. Para mí exige una disciplina. Cierta poesía que no tiene ni ritmo ni rima me parece que es prosa hecha trocitos. Si tú quieres hacer una poesía de carácter social está bien; pero tiene que ser poesía, no puede ser sólo soltar mensajes radicales. Los poetas más actuales, casi todos, van por ese camino, si la poesía es emocionarse a mí no me produce ninguna emoción. Claro que ellos podrán pensar que lo que yo escribo ya lo escribió Lope.

P. Se siente un poco a contracorriente.

R. No me gusta ir contracorriente, me gusta ser yo y eso me ha ocasionado problemas. He sido en eso muy radical y me ha ocasionado muchos problemas muy serios. Pero yo pienso que a quien primero le tengo que dar cuenta es a mi conciencia y luego a Dios.

P. ¿Es “Todo lo vivido” un libro autobiográfico?

R. Dice Umbral que quitando lo autobiográfico todo lo demás es plagio. Si un poema es auténtico te retratas y hay que tener mucho valor para eso. En la vida hay momentos malos y entonces la poesía es como un desahogo. Hay una parte que es mía pero que es también de todos. Si yo hablo de mi infancia de pobreza, mucha gente vivió lo mismo. Si hablo de la tristeza de que se me ha ido mi madre, también puede ser la tristeza de otro. Son cosas que tienen una parte personal pero en las que todos nos sentimos reflejados. Mucha gente me dice que cuando he escrito este o aquel poema estaba pensando en él. No somos tan diferentes, en el fondo somos todos iguales.

P. La poesía necesita del silencio.

R. Sí. Lo mismo que Dios.

P. Pero el silencio es algo que a menudo no se comprende, como el silencio de Dios.

R. Siempre he creído; pero ver el sufrimiento en el mundo y creer que hay alguien que es infinitamente misericordioso es muy difícil de entender. En mis poemas hablo mucho de eso, del silencio de Dios.

P. ¿De quién hablan las rosas?

R. De Dios. En las cosas insignificantes, en lo cotidiano, está Dios.

P. La poesía es desnudar el alma.

R. Alguien me dijo una vez “el que lee sus poemas le conoce”. No oculto nada.

P. Faltan raíces en nuestro mundo.

R. Es necesario tener raíces, y sentirse orgulloso de lo que es la historia de uno mismo. Yo me siento orgulloso de ser el hijo de un campesino y haber tenido las manos ensangrentadas de trabajar en el campo. Las raíces es lo que te pone en tu sitio. Sin mi padre y sin mi madre no sería nada.