Como ya les hemos contado a lo largo de toda una serie de artículos anteriores, tras diversas incursiones en la Vega granadina organizadas por el Rey a lo largo de las diferentes campañas, se toma la decisión de establecer un campamento militar permanente que permita el asedio continuado de Granada: el Real de Santa Fe. Después de la toma del último reducto musulmán en la Península, se sucede un largo proceso de transición en el que el Real de Santa Fe deja de tener función militar y pasará a ser la Villa de Santa Fe. Aunque físicamente se trata del mismo recinto edificado, la Villa de Santa Fe es el conjunto de casas apretadas que mantiene la traza del campamento original, habitada por gentes venidas de todas las regiones de España una vez finalizada la Guerra de Granada. Sin embargo, pese a tratarse del mismo recinto, conviene analizar cada una de ellas por separado.

Los Reyes Católicos, siguiendo una política colonizadora muy arraigada, entendían que las tierras conquistadas debían ser ocupadas por pobladores que garantizasen la estabilidad en la zona. La aportación de pobladores suponía un gran problema ya que solía tratarse de ciudades que partían de cero, por lo que se incentivaba su llegada mediante el reparto de los bienes de la ciudad entre ellos, sistema tradicionalmente empleado por los Reyes en sus conquistas o fundaciones. Igualmente se solían establecer una serie de privilegios a las nuevas villas con el objeto de garantizar su supervivencia en sus primeros años de vida. Hay que tener en cuenta que el único punto donde realmente había necesidad de hacer el repartimiento era en Santa Fe, Ciudad militar construida sobre terreno enemigo y que, por no tener antiguos moradores puesto que no existía, había que dejar habitada y a sus vecinos dotados de medios económicos para poder subsistir. El repartimiento habría de crear derechos a los nuevos pobladores para facilitar su subsistencia, pero también debía suponer sobre ellos obligaciones especiales con el objeto de asegurar la permanencia de la población en la zona.

Los Monarcas establecieron una serie de determinaciones con la intención de regular este proceso repoblador. Sin embargo, la complejidad del mismo obligó a prolongarlo demasiado en el tiempo y a que los Reyes mantengan un continuo contacto con la Ciudad, a fin de ir resolviendo los numerosos problemas que iban surgiendo.

Figura 1. Libro de la Fundación de Santa Fe, 1492-1496. Archivo Municipal de Santa Fe

Durante los dos primeros años de vida de la Ciudad, una vez terminada la guerra, el poder municipal lo detentó don Francisco de Bobadilla, nombrado por los Reyes Católicos alcaide de la Villa, hasta el 1 de septiembre de 1494. Don Antón de la Barrera nos dice en el Libro de la Fundación de Santa Fe, que los Reyes dieron poderes a don Diego de Iranzo “para repartir las casas, tierras, heredamientos e otras posesiones a dozientos vezinos que Sus Altezas mandaron poblar en la dicha Villa”. Es decir, Santa Fe, en principio, debía iniciar su periplo con una población superior a la que tenían los pueblos de la comarca en aquella época: Atarfe contaba con 73 vecinos, Pinos Puente con 115 vecinos, Albolote con 180 y 190 vecinos tenía Gabia. No obstante, habrían de pasar varios años para que la población de Santa Fe alcanzara la cifra asignada.

El Repartimiento estaba perfectamente programado para ser un proceso limpio y ordenado, en el que a doscientos cabezas de familia que cumplieran los requisitos de avecinamiento, se les repartiría una serie de heredades preestablecidas en función de su categoría (caballeros o peones). Sin embargo, todo este proceso se convertiría en un cúmulo de despropósitos de tal modo que, a lo largo de todo él, aparecen un total de 716 supuestos cabezas de familia diferentes, detectándose en cada listado nuevas incorporaciones o deserciones, sin respetar el procedimiento marcado. Ello explica que, a pesar del poco área a repartir y el reducido número de vecinos que habían de poblar Santa Fe, se invirtieran dos años y un mes entre la inscripción del primer vecino, el 7 de marzo de 1492, y la última carta de vecindad que se concede en el Libro del Repartimiento, con fecha de 6 de abril de 1494.

 

FUENTES:

    • ESPINOSA CABEZAS, ÁNGEL. Santa Fe. Aproximaciones geográfico-históricas. Excmo. Ayuntamiento de Santa Fe, Empresa Pública del Suelo de Andalucía, Librería El Hidalgo, 1995. ISBN: 84-605-3949-0.
    • FERNÁNDEZ APARICIO, MIGUEL ÁNGEL. Santa Fe, traza y orden. Santa Fe: [Granada]: s.n., 2006. ISBN 84-689-7721-7.
    • LAPRESA MOLINA, ELADIO. Santa Fe: historia de una ciudad del siglo XV. Universidad de Granada, 1979. ISBN: 84-338-0112-0.