Figura 1. Muley Hacén, sultán de Granada. (http://www.cortedecastilla.com/t399p192-muley-hacen-sultan-de-granada-interpretado-por-roberto-enriquez)
Figura 1. Muley Hacén, sultán de Granada. (http://www.cortedecastilla.com/t399p192-muley-hacen-sultan-de-granada-interpretado-por-roberto-enriquez)

Con relativa frecuencia, las crónicas y los libros de historia únicamente nos cuentan la versión de los ganadores, la vida y el paradero de aquellos que han triunfado. Sin embargo, pocas veces la Historia recuerda a los vencidos, a los que no consiguieron llegar a buen puerto. Y esto es lo que ha sucedido con los últimos Reyes de Granada. ¿Qué fue del gran Muley Hacén? ¿Cómo y dónde terminaron sus días el Zagal y Boabdil? A continuación –y durante varios artículos– os contaremos qué es lo que sucedió y cómo acabaron los últimos Reyes de la Alhambra.

En 1485, los granadinos se enfrentan por segunda vez –al igual que hicieran tres años antes– a Muley Hacén y le obligan a que abdique en su hermano el Zagal, que vuelve a Granada para convertirse en el Rey número veinticuatro de la dinastía nazarí.

La toma de Ronda y la expedición del ejército cristiano por la costa malagueña había indignado al pueblo. En Granada, un día sí y otro también, se organizaban luchas fratricidas que iban a acabar con una facción, o con las dos, desterradas del Reino.

El pueblo otra vez estaba contra Muley Hacén. Apenas conocieron la noticia de la toma de Ronda comenzaron a hablar, a reunirse en las plazas, a quejarse, a maldecir a sus Reyes, a quienes consideraban responsables directos de sus desdichas. Y de ahí a organizar un motín había sólo un paso que ellos daban sin mucho empacho.

El murmullo había degenerado en manifestación tumultuaria. Los gritos incitando a las turbas a subir a la Alhambra se empezaban a oír en la plaza de Bibarrambla. Un viejo alfaquí, sabio en estudios del Corán y a quien respetaban los granadinos, se abrió paso entre la multitud, se colocó en sitio visible y a voz en grito dijo:

–¿Qué locura es esta que os lleva por el camino del mal? La sangre esclarecida de Granada se derrama en la lucha de dos personajes que ni pueden ni saben defender el Reino. Muley Hacén está ciego, es muy viejo, vive apesadumbrado y es incapaz de salir al frente de sus ejércitos que en otro tiempo vencieron a los cristianos desde las orillas del Guadalquivir a las del Tajo. Y ¿qué podéis esperar de Boabdil, un apóstata impío, vendido a los Reyes de Castilla y nacido bajo un horóscopo infeliz? Acábese vuestra locura y elegid a un hombre ilustre, nieto de cien Reyes, para que gobierne con prudencia y venza a los cristianos con la fuerza de un héroe. Os hablo de Abdalá, os hablo del Zagal, del walí de Málaga, del que venció a los cristianos en la Axarquía, del terror de los enemigos cristianos.

Las masas, al ver los argumentos y la facha del alfaquí, quedaron convencidas y gritaron:

–¡Viva el Zagal! ¡Sea nuestro señor y caudillo!

A Muley Hacén le hicieron un favor. Ya dijimos que Zoraida, su esposa, estaba intentando convencerle de que se fueran a vivir tranquilos al campo. Así que por el lado familiar la decisión estaba tomada. Y arreglado esto, Muley Hacén reunió su consejo que dio el visto bueno a que abdicara en favor de su hermano y se decidió enviar un correo a Málaga para dar la noticia al Zagal, que se puso en camino acompañado de Reduán Venegas y de trescientos hombres de su entera confianza.

Por fin el Zagal llegó a Granada. Muley Hacén estaba deseando verle llegar para marcharse a vivir una vida tranquila. Ya había preparado las literas para Zoraida, sus hijos Cad y Nazar y unos cuantos mulos cargados con sus ahorros para la vejez. Decidió irse a vivir a Íllora. Al poco tiempo se dio cuenta de que Íllora estaba demasiado cerca de la frontera y no era un lugar muy tranquilo para un jubilado, por lo que marchó a Almuñécar. Poco después se trasladó a Mondújar, donde había mandado construir una preciosa fortaleza y un magnífico palacio. Pensaba el viejo Rey que los aires del Valle de Lecrín le sentarían mejor que la humedad de Almuñécar. Pero ya nada le podía devolver la juventud, ni el vigor, ni la ilusión por vivir. Al poco tiempo murió Muley Hacén. Se fue el viejo Rey, el fiero Muley Hacén: un Rey tremendo, orgulloso, cruel, pero en el fondo triste. Nadie le vino a llorar en su lecho de muerte. Su hijo Boabdil casi se alegró. Su hermano el Zagal ya pasó de él, le olvidó. Sólo Zoraida y sus dos hijos le acompañaron a su tumba que, según la vieja tradición, está lejana, cercana y señalada en Granada.

Cuenta una vieja leyenda que cuando se vio morir, pidió que le sepultaran en un lugar lejano, inhóspito quizás, donde nadie pudiera ver su tumba ni él fuera molestado por ningún ser humano. Aborrecía a los hombres y pensaba que su alma no reposaría tranquila si estaba cerca de seres o de cadáveres humanos.

Zoraida y sus hijos buscaron ese lugar alejado, nunca pisado por el hombre. Y mirando a lo más alto descubrieron una cumbre enorme, de pico achatado, muy alta, la más alta de la montaña del Sol y del Aire y oculta casi por la más cercana y puntiaguda del Veleta. Pensaron que allí estaría lejos y cerca. Nadie estaría junto a sus huesos, pero su espíritu estaría cercano a su vieja ciudad. Y hacia allá se encaminaron cargando en una mula el cadáver del Rey. Son horas y horas de fatiga, de esfuerzo si se hacen con la ilusión del montañero por llegar a lo más alto, por divisar desde allí la lejana África y el mar que parece una explanada entre dos montañas. Se puede ver desde allí la salida del sol en mañanas gélidas, apareciendo debajo de la tierra porque el mar le hace trasparentar su existencia. Parece mitológico y que Apolo saliera de su casa de oro, en su carro de oro, con sus caballos piafando, como canta Ovidio en sus Metamorfosis.

15-entierro-de-muley-hacen
Figura 2. Escena del entierro de Muley Hacén de la serie de TVE Isabel. La leyenda sitúa su tumba en la cumbre de Sierra Nevada que lleva su nombre, pero nunca ha podido confirmarse. (http://legadonazari.blogspot.com.es/2013/07/muley-hacen-1464-1485.html)

Una macabra, triste y lúgubre procesión saldría de Mondújar. Zoraida, sus hijos Cad y Nazar, unos mulos y tal vez algún criado tomarían el camino de los Neveros, pasarían por el Dornajo, luego los Peñones de San Francisco, después el collado del Veleta, bajarían por los tajos a la laguna de Aguas Verdes, luego los crestones y la laguna de Río Seco, continuarían bajando a la laguna de la Caldera y por fin, una, tal vez dos horas de empinada subida, agotadora, más y más arriba. Y en la cumbre, entre unos tajos terribles que miran hacia la puesta del sol por donde venían sus enemigos, en una loma pelada, inhóspita, larga y fría, allí en la cumbre, con enorme sensación de tristeza, en una de las cuevas que aún hoy existen, enterrarían al viejo Rey, al gran Muley Hacén. Y como al llegar arriba siempre se tiene sensación de victoria, el viejo Rey venció al destino, a la montaña, dejándole para siempre su nombre. Aquél pico, el mejor, el más alto de al-Ándalus, se llamaría para siempre “Mulhacén”. Ese pico sería su orgullo y su mausoleo después de muerto.

FUENTES:

    • BUENO GARCÍA, FRANCISCO. Los Reyes de la Alhambra. Entre la historia y la leyenda. Ediciones Miguel Sánchez. Granada, 2004. ISBN: 84-7169-082-9.