Leyendas de Santa Fe (II): Garcilaso de la Vega y el triunfo del Ave María
En nuestra última publicación –titulada “Leyendas de Santa Fe (I): Hernán Pérez del Pulgar en una de sus famosas hazañas”– les contábamos cómo en una fría y oscura noche de invierno, un valiente caballero castellano y un puñado de escuderos bien pertrechados, amparados en la oscuridad de la noche, se adentraron en la Ciudad de Granada –río arriba desde la confluencia del Darro y el Genil hasta cerca de la Madraza–, y se acercaron a la puerta de la gran Mezquita Mayor de la medina donde, sacando un pergamino donde se podía leer el AVE MARÍA y a continuación la frase “Sed testigos de la toma de posesión que realizo en nombre de los Reyes y el compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles”, el caballero lo clavó en la puerta del templo con su puñal. Tras este heroico gesto, nuestros hombres se dirigieron prestamente a la Alcaicería, donde prendieron fuego a las puertas con la pretensión de convertir la ciudad entera en una gran hoguera. Siendo sorprendidos por la guardia durante el intento, lucharon valientemente hasta conseguir huir, habiendo profanado su templo y la religión mahometana.
A la mañana siguiente la ciudad despertó toda alborotada, encendida por la vileza cometida por esos perros cristianos. Tarfe, un buen musulmán y uno de los más esforzados y arrojados guerreros del Rey Boabdil, pronto tuvo conocimiento, como el resto de la ciudad, de la afrenta sufrida. Encolerizado y con sed de venganza, por la mañana muy temprano, marchó a galope tendido con la cartela del AVE MARÍA atada en la cola de su caballo. De esta guisa, Tarfe se presentaba ante los Reales cristianos, retando a plena luz del día al cobarde infame que cometió tal afrenta a su fe y a la condición de caballero. Ninguno de los valientes y aguerridos caballeros cristianos se atrevía a aceptar el reto del temido guerrero granadino. Tuvo que ser un simple caballero menor quien diera respuesta al desafío ante la manifiesta cobardía de tantos y tantos afamados caballeros cristianos en numerosas batallas. García Lasso se llamaba, quien en un momento de descuido por parte de Tarfe –cuyos principios y ética moral le impedía acometer lucha tan desigual– segara la vida de tan noble y leal caballero musulmán, y profanara su cuerpo y su alma cortándole la cabeza y haciendo pública ostentación de acto tan vil.
Dejando a un lado la veracidad de estos hechos y su valor histórico, lo cual podría discutirse, es notable la fuerza con la que esta tradición ha perdurado a lo largo de los siglos. Desde entonces, muchos son los poetas, artistas, trovadores, cuentacuentos y trotamundos que han cantado y han pregonado a los cuatro vientos las proezas que tuvieron lugar en la Vega de Granada durante esta última etapa de la Reconquista del último reducto nazarí en nuestra Península. Todavía hoy en día, cinco siglos después de aquello, nuestro romancero sigue contándonos de esta manera tan importantes y señaladas gestas que se forjaron en los campos de Santa Fe. Aquí les dejamos con una de ellas:
EL TRIUNFO DEL AVE MARÍA
GARCILASO DE LA VEGA
Despues de haber acabado
con alegria bastante
muchos saraos y zambras,
mandó el Rey Chico se enlazen
fiestas en la Vivarrambla;
pero sus glorias abate
de un Campeon la arrogancia,
y el esfuerzo vigilante.
Este es Fernando Pulgar,
que valiente y arrogante
fixó sobre la Mezquita
con resplandeciente esmalte
el Ave llena de Gracia,
sin que su vista acobarde,
estando el Real á la mira
de Granada no distante
del Católico Fernando,
cuyo acéro tan cortante
fué azote de la Morisma,
y de la España realce.
Toda la Ciudad se altera,
dando alaridos muy grandes:
todos se quexan al Rey
que los guardas castigase;
pues si ellos no se durmieran,
Pulgar no lograra el lance.
Todos entran en acuerdo,
y de la consulta sale,
salga luego á la demanda
el valiente Moro Tarfe.
El gallardo Moro acepta,
y armado de gran corage
en un Caballo Andaluz,
una fuerte adarga bate
con una letra que dice:
salga el atrevido infame.
Una gruesa lanza empuña,
que la heredó de su Padre.
Iba tan galan el Moro,
que los corazones parte,
por donde el fresco Genil
todas sus aguas esparce,
y mirando á Santa Fé
como á sus muros llegase,
alzándose la visera
de esta suerte habló arrogante:
qual será aquel Caballero,
vista arnes, ó calze guante,
que anoche en Granada entró
con industrias intrazables,
como lobo cauteloso
que dexa dormir los canes,
como á los rayos del Sol
cuando alumbra vigilante.
Ese que llamais Pulgar
mucho debe á sus pulgares,
pues con ellos fixar pudo
sobre las conchas de arambre
de la dorada Mezquita
el pergamino que trae
la cola de mi caballo;
no fue accion tan arrogante,
que un cauteloso y aleve
fixara en plazas y calles
libelos infamatorios
mas es hecho de cobardes.
Pero sea lo que fuere,
Granada que el hecho sabe
por agravio lo recibe,
y lo tienen por ultraje,
y á todos vengo á deciros
en este libre lenguage
razones que á todos pique,
injurias que á todos cause.
A todos os reto y trato
de viles y de cobardes.
Salga Pulgar, pues que sopo
fixar en Granada el Ave,
á ver si sabe librarla
de este Nebli que la trae.
Salga ese gran Capitan,
los Cordobas y Aguilares,
porque vean divididos
sus Escudos por el aire.
Salga si ha quedado alguno
de los Manriques, Guzmanes,
que de la sangre se precian,
salgan todos al combate;
y si acaso á todos juntos
ánimo y valor faltase,
salga el mismo Rey Fernando,
de ánimo y valor se arme,
porque su Isabel lo vea,
si gusta de ver combates.
Cobrad vuestra Ave Maria,
Cristianos viles, cobardes,
que aqui en la Vega os espero
hasta las seis de la tarde;
y revolviendo el caballo,
ligero á la Vega parte.
En corbetas y escarceos
mil escaramuzas hace
el bruto, que con las manos
la cincha quiere quitarse,
siendo un monte que le oprime
el gallardo Moro Tarfe,
vuelve, y revuelve mil veces,
haciendo el valor alarde.
Todo el Real se ha alborotado
en ver quien ha de tocarle
empresa de tanto empeño,
hazaña de tanto esmalte.
Indeciso está Fernando,
pesaroso de que falte
Pulgar en esta ocasion,
que en Santa Fé no se halle.
Llamando á sus Caballeros,
todos vienen vigilantes,
y el famoso Garcilaso
se ha echado á sus plantas Reales
mozo gallardo y valiente
y de generosa sangre;
mas tan joven en sus años,
que diez y siete no hace,
y le dice gran Señor,
si ensalzar quieres mi sangre,
y si premiar mis servicios,
y ganar mis voluntades
dadme, gran Señor licencia
para salir al combate,
verás eclipsar la Luna
del que ves tan arrogante.
No en verme joven, Señor
tus esperanzas desmayen,
porque el valor heredado
no necesita de edades,
pues basta estan á tus rayos,
como el Sol quando renace,
luz de las demas antorchas
brilla en luces luminantes;
pues aunque mi Padre es muerto
en mi su valor renace.
Admirado quedó el Rey
y casi quiso abrazarle,
mas volviendo en si prudente
refrenó su amor constante.
Dice: Garcilaso amigo,
muy digno es de celebrarse
vuestro valor, mas sois mozo
para una empresa tan grande,
que esta ocasion pide mas
experiencia que corage.
Quiso replicar, y el Rey
le dejó diciendo: baste.
Toda la Region del fuego
en su pecho le dió cancer,
vierten veneno sus ojos,
y por sus dos labios salen
un tósigo en cada aliento,
en cada suspiro un aspid.
Salió del Real irritado
donde sus caballos pacen
la yerva, y á sus criados
mandó al punto que lo armen
de finas armas bruñidas,
manoplas en vez de guantes,
morrion clavado de acero
con cuatro negros plumages,
que sus tristezas publiquen,
ó que sus exequias canten.
En un caballo andaluz,
hijo natural del aire
tizon con alma de fuego,
bruto con aliento de ave,
cuyo volcan, cuya brasa
se muestra por los hijares,
siendo un monte en cada choque,
siendo un muro en cada cabe,
en cada encuentro estremece
á la legítima madre.
Una fuerte adarga empuña,
hecha de flamencos antes,
con una letra que dice:
quien se engaña desengañe:
una gruesa lanza empuña,
cuya punta penetrante
se labró al temple del fuego
en las riberas del Tanger.
Echándose la visera,
porque no quiere que nadie
lo conozca, y que dé cuenta
como sin licencia sale.
Asi que descubrió al Moro,
batiendo los dos hijares,
corre entendiendo que vuela,
vuela entendiendo que parte.
Llegó donde Tarfe estaba,
y despues de saludarle,
le dice: bárbaro Moro,
¿qué aguardas? Ya está delante
quien te quitará mas vidas
que tu tienes vanidades.
Blasonas de ser Nebli
del Ave, mas te engañaste.
¿Quien te traxo al precipicio,
donde no podrá librarte
tu valor? Sácalo fuera
de donde osado lo entraste.
Con resolucion gallarda
le atajó el Moro al instante.
¿Eres Pulgar? Le pregunta.
No soy quien imaginaste,
que si Pulgar te escuchara,
vieras que entre sus pulgares
desbarataba esos miembros
que los Moros tanto aplauden.
Uno soy no conocido,
que en tu vida ha de ensayarse,
ni he dado horror á Granada,
ni cobré los tafetanes
perdidos que por desprecio
suelen tremolar al aire.
Descubrete, pues ya ves,
que descubierto me hallaste.
Se alzó Laso la visera,
y asi que lo vido Tarfe,
¿eres muger? Le pregunta.
Si eres dama no me engañes,
por que mi esfuerzo no llama
muger, ni niño al combate.
Vuelvete engañado joven
y agradece mis piedades,
que para que esto les cuentes
la vida quiero dejarte.
Enfadado Garcilaso,
apretó los acicates,
tal encuentro le dió al Moro
con resolucion tan gande,
que la defensa previene
la lanza llegó á enristrarle.
Todo el Real está confuso,
en ver esfuerzos tan grandes,
ninguno lo ha echado menos,
mas el valeroso Infante
falseandole en el peto
lo pasó de parte á parte.
Cayó del caballo el Moro,
donde con ansias mortales
en monumentos de arena
sirvieron á su cadaver
de tumba la blanca adarga,
de pira el roxo turbante.
Se desmontó Garcilaso
y desnudando el alfanje,
dividio el bárbaro cuello
para que su Rey lo hollase,
y postrado de rodillas,
quitó de la cola el Ave,
y destilando sus ojos
aljofar, le dice: Salve
intacta Virgen Maria,
pura, limpia y dulce Madre,
Salve, Soberana Aurora,
Salve Luna sin menguante,
Salve, Estrella matutina,
Salve, Astro el mas brillante,
Madre del Sol de Justicia,
Hija del eterno Padre,
del amor Divino Esposa,
del Cielo puerta admirable.
Salve, escala de Jacob.
Salve, Judid mas constante,
Abigail mas prudente,
y Ester benigna y afable,
que coronada de Estrellas
pisas Tronos Celestiales,
recibe el corto trofeo,
que ofrezco con humildades
á tu Pura Concepcion:
y con tiernos ademanes
en la punta de la lanza
la puso por Estandarte.
Presentó al Rey y á la Reyna
los despojos Militares.
Lo mandó prender el Rey
porque sin licencia sale,
mas la Reyna cuidadosa
le alcanzó el perdon, y afable
hizo que abrazara al Rey,
y al Rey que á él lo abrazase.
Garcilaso de la Vega
desde hoy has de llamarte,
porque en la Vega hicisteis,
hazaña de tanto alarde.
Con licencia: En Córdoba, en la Imprenta de Don Rafael Garcia Rodriguez, Calle de la Líbreria.
FUENTES:
- ARIZTONDO AKARREGI, SALVADOR; ROGER CORRAL, LUISA; RUIZ GODOY, JESÚS B. Las calles de Santa Fe. Historia de los nombres. Santa Fe: Ayuntamiento, 2008. ISBN: 978-84-936334-2-4.
- GARCÍA ORTIZ DE VILLAJOS, CÁNDIDO. Santa Fe. Granada: Excmo. Ayuntamiento de Santa Fe; Excmo. Ayuntamiento de Granada; Excma. Diputación Provincial de Granada, 1929.